(By Marta)
Todos sabemos que Madrid es una ciudad llena de tesoros, pero ¿sabíais que Madrid también tiene tesoros bajo tierra?.
Ahora que ha empezado el verano, casi todos estaréis en las piscinas con vuestros enanos, disfrutando de este sol que no nos ha visitado mucho en este duro invierno (que envidia :(), pero una persona como yo, a la que le han prohibido desde hace un par de años que le de el más mínimo rayito de Lorenzo, tiene que estrujarse el cerebro para encontrar planes divertidos, atractivos y alternativos para disfrutar con sus «bichos» … y el que os voy a contar hoy es uno de aquellos descubrimientos de los que una se siente orgullosa de haber encontrado, ya que te da la oportunidad de explicar a los más pequeños in situ como el mundo era tan diferente no hace mucho tiempo.
«Anden o», así llaman a la antigua estación de metro de Chamberí, alguno de vosotros seguro que ha cogido alguna vez la línea 1 y si se ha fijado un poco habrá visto que entre Bilbao e Iglesia hay una estación, que está ahí, pero que nunca se para, para todos, es la «estación fantasma» y esta cerrada desde 1966, cuando la modernización del metro no pudo hacerse en ella por problemas logísticos y técnicos.
Tras muchos años cerrada, el ayuntamiento decidió restaurarla y aunque no está operativa se ha convertido en un museo subterráneo que nos permite hacer un viaje al Madrid de hace mas de cuarenta años.
Llegamos a la Plaza de Chamberí, y ahí, en frente del número 21, justo en la esquina con Luchana, nos encontramos con una Entrada moderna, acristalada y algo futurista que te permite ver una escalera de caracol encargada de dirigirnos en el tiempo a principios del siglo XX.
La visita, normalmente, empieza con un video explicativo de la historia del Metro en Madrid, que nosotros, decidimos no ver ya que la impaciencia de los enanos lo hubiera hecho eterno, así que pasamos directamente al vestíbulo, y que desde el principio nos dejó impactados al ver todo aquel mobiliario original de una estación de metro, la taquilla de venta de billetes, la cabina de validación de los tickets que estaba abierta para que el empleado no se agobiara demasiado, el cuarto de personal, el tablón de anuncios con las tarifas originales que, como ahora, variaban en función del trayecto que se realizaba, y todo, cubierto, con los clásicos baldosines blancos que nos contaron que eran para evitar la posible sensación de claustrofobia de los viajeros.
Os podéis imaginar que lo que más les gustó a los niños en esta primera parte del recorrido fueron los tornos de entrada y salida de la estación.
Cuando, después de 5 minutos, conseguimos traspasarlos, vimos, que tanto a nuestra izquierda como a nuestra derecha, había un tramo de escaleras, el de la derecha estaba destinado para la bajada al anden y el de la izquierda, tan solo para la subida, la razón de separarlos era, simplemente, para evitar la incomodidad de los usuarios con la estrechez de los túneles.
Pero nosotros no íbamos a bajar por ninguna de estas dos escaleras, ya que se nos indicaba cruzar un largo pasillo que sobrepasaba las vías, que con una gran flecha roja pintada al final del mismo indicaba la dirección a la que el tren se dirigía en sus tiempos de gloria , » Cuatro Caminos» y que tras un pequeño tramo de escalones llegamos al anden, a un verdadero anden de principios del siglo pasado.
Ahí estaba, con sus bóvedas, sus paredes brillantes , sus sistema de alumbrado original, coloristas carteles de publicidad de la época perfectamente conservados o con pantallas led en aquellos que el paso del tiempo no ha sido justo con ellos e incluso con los paneles del recorrido de la línea que se pintaban a mano y que cuando sufría alguna ampliación obligaba a levantar los azulejos de las paredes para incluir las nuevas paradas.
Tras recorrer el anden, siempre protegidos por una barandilla transparente que nos permitía ver los actuales trenes pasar con sus viajeros con la cara pegada al cristal para intentar descubrir algo en esos segundos en los que cruzan la estación, solo nos quedaba volver sobre nuestros pasos para subir al vestíbulo, esta vez, para salir y volver a nuestro siglo, al año 2013.
Tengo que decir que como todos nuestros post, ésta, es una actividad para hacer en familia, pero esta vez, os recomendaría que si tenéis la oportunidad, la hicierais con aquellos abuelos que han vivido en Madrid durante su juventud, ya que debe ser un placer ver como se le iluminara la cara mientras os cuentan sus «batallitas», esto os lo digo por que tuvimos la suerte de compartir nuestra visita con un abuelo y su nieto, algo que me emocionó, porque fue genial ver la ilusión de uno por explicar y enseñar un pedacito de su historia y la atención que ponía el otro, a la vez que nos miraba orgulloso haciéndonos ver que su abuelo era parte de esa historia.
Merece la pena invertir una hora de nuestro tiempo en este tesoro «enterrado» de nuestra ciudad.
Reblogueó esto en mamás peques y súper planesy comentado:
Haciendo limpieza de fotos me he encontrado con una que me ha hecho recordar uno de los secretos de Madrid que pocos conocen… Tenéis plan para este fin de semana?