Museo del romanticismo

Y para terminar con el fin de semana del amor, que mejor acto de fin de festejos que visitar con los enanos el Museo del romanticismo de Madrid.

Situado en pleno barrio de Malasaña, en un palacete neoclásico del siglo XVIII, el museo romántico  o de del romanticismo como se conoce, es de los menos conocidos de Madrid, pero, una de las joyas escondidas de nuestra ciudad.

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Casa museo que junto a una meticulosa puesta en escena, nos permite conocer a una España diferente a la actual, la España de entre 1833 – 1868 en pleno reinado de Isabel II. A través de la decoración de cada una de sus estancias, hemos ido descubriendo los gustos o las costumbres de la vida cotidiana de una familia burguesa del siglo XIX y con cada uno de los cuadros colgados en sus paredes, hemos podido conocer un poquito más y explicar a los enanos cuestiones históricas, políticas y artísticas de la época.

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Un poquito de historia…..

¿Pero que es una experiencia conmigo sin un poco de estudio previo?…… jajajaja, gracias a mis estudios pre-visita, tanto mi marido como mis peques van con una pequeña puesta en antecedentes de lo que vamos a conocer, así, no se les hace pesado y van con un poquito mas de curiosidad…. (Alguno puede estar pensando… “menuda señorita Rottenmeier es esta”, pero os juro que no, probad a hacerlo y veréis 🙂 )

Esta casa, antes de ser museo, fue la residencia de los marqueses de Montellano y hacia 1921 se convirtió en el museo de la colección privada donada por el Marques de Vega- Inclán. Pero no siempre ha sido la sede del museo, a lo largo de los años ha sido utilizado cosas tan dispares como para la sede de las oficinas de la editorial Espasa y entre sus curiosidades puedo deciros que el propio Rafael Alberti fue director de este museo durante la guerra civil española.

Cuando entras por la puerta retrocedes 200 años en la historia de golpe, te adentras en el recibidor de  una casa típicamente burguesa del siglo XIX, época en la que se había comenzado a dejar de lado la costumbre de vivir en palacetes, pasando a este tipo de casas, un mundo aislado dentro del bullicio de la propia ciudad, vivienda más económicas, además de cómodas, en las que solo se dejaba entrar entre sus paredes a unos pocos elegidos para su lucimiento social y donde una burguesía en constante auge, ansiaba con parecerse a la nobleza constantemente.

¿Y una vez dentro, que ves?

Nada mas pasar el recibidor, o “zaguán” como lo llaman los historiadores… nos encontramos con unas hermosas escaleras en forma de U que separan y dividen claramente las zonas de una casa del romanticismo.

  • La planta baja, donde  se encuentra la parte de servicio, cocheras, cocina, lavadero, despensa o bodega,
  • La primera planta o planta principal, donde se encuentran las habitaciones principales de la casa, como salones, comedor o estancias privadas.
  • La segunda planta o desván, donde están las habitaciones del servicios, las habitaciones escondidas, el cuarto de plancha o costura

A medida que subimos por las escaleras, Lucia comienza a sentirse una princesa y emula ser Elsa (última estrella de la factoría Disney), escalón a escalón, que si tengo que ser sincera, subimos y bajamos varias veces gracias a “Elsa” y sus historias, nos percatamos de los protagonistas de este cuento, que nos reciben dibujados en sus retratos tamaño natural de las paredes.

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Superado el recibidor y antecámara, llegamos a la zona más espaciosa y noble de la casa, “el salón de baile”, con sus espejos ofreciendo sensación de espacio, paredes completamente forradas de tela y muebles lujosos  que nos dejan claro enseguida la prioridad de los dueños de la casa en aparentar frente a la intimidad y eso que también contaban con un antesalon, que usaban para sus reuniones mas informales o tertulias.

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Antes de llegar a la parte de las habitaciones privadas de los marqueses llegamos a un lugar que a mis hijos, en especial al más pequeño, les hizo mucha gracia y que a su padre y a mi nos puso en algún aprieto de cara a los demás visitantes en cuanto a la escenificación de la explicación inicial que no les pareció suficiente,  el pasillo, zona, que todos entendemos, al menos yo, no es un espacio demasiado importante a la hora de ver un museo, pero en este museo el pasillo  nos enseña como la burguesía estaba totalmente desinteresada en tener una cuarto para el aseo; “dios mimo mamá, si no tenían cuarto de baño, donde hacían sus cosas? (preguntaba Lucia), la respuesta no tardó en llegar, ya que unos metros mas adelante nos encontramos con un retrete, pero no un retrete cualquiera,  el real retrete de Fernando VII, un mueble de lujo, acolchado y todo, pero que no tenia evacuación directa como los de hoy día, sino que tenia un orinal dentro y la limpieza del mismo la llevaban a cabo los pobres ayudantes de cámara del rey. (os podéis imaginar la cara de asco de la mi princesa particular…), además, a modo de cotilleo os diré, que cuentan por ahí que Fernando VII tenía la costumbre de recibir a sus visitas políticas en el propio retrete, así que imaginaos esas reuniones….  😦

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Pasado este trance llegamos al comedor, con las mejores vajillas de La Cartuja o Talavera, sitio donde una guía bastante simpática nos explicó que desgraciadamente, solo se usaba para cenar, ya que para el resto de comidas se usaban salas más pequeñas que se llamaban “salas de desayuno”; “Entonces mamá , si se llaman de desayuno, ¿dónde están las de la comida?”, dios… las preguntas se iban complicando, y yo sin haber refrescado mis clases de historia tan profundamente 😦

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La zona que mas éxito tuvo entre los peques de la familia, fue sin duda la sala de juegos, leímos que en esta época, la presencia de los más pequeños de la casa cambió con respecto a épocas anteriores, la madre incluso compartía alcoba con los más pequeños, y el dormitorio infantil también se usaba como cuarto de juegos. En estas estancias, Lucia y Jorge inspeccionaron milímetro a milímetro cada uno de los detalles, cuadros y juguetes, sorprendiéndose, que aunque hayan pasado años entre esa época y la nuestra, las muñecas y soldaditos de plomo eran prácticamente iguales a los suyos.

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Para mi en cambio, la parte más bonita de la casa ha sido la zona de las dependencias femeninas, donde se puede ver que la mujer ha pasado de un segundo plano a ser la  reina de la casa, consiguiendo a través de la decoración,  dar un aire acogedor a las zonas que no estaban expuestas al ámbito social, si, lo reconozco, soy una romántica de pies a cabeza y siempre me han gustado las películas estilo Sissi emperatriz, con sus vestidos, sus palacios y como no, sus historias de amor, me encantó ver la zona privada donde recibía a sus visitas mas intimas, su lugar para escribir, leer o coser, mientras que en su alcoba tenia su tocador con diferentes frascos y perfumes usados para su cuidado personal, su espejo de cuerpo entero para verse vestida, su cama con dosel o incluso la mesilla de noche donde seguro que guardaba sus secretos más íntimos.

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Uno se da cuenta que pasa a la zona masculina de la casa por que el decorado pasa a ser de una forma más y austera, el fumador que era un espacio que otorgaba al padre de familia una menor rigidez; el gabinete que era la zona donde el cabeza de familia recibida a su amigos más íntimos, el dormitorio, el despacho o la sala de billar.

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En las dos ultimas salas del museo nos encontramos con juegos interactivos que ayudan a los niños a demostrar lo que han aprendido y con una maqueta que reproduce el edificio del museo, que a través de sus ventanas, podremos espiar como transcurría un día en la vida de la época.

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Pero si el Museo es una joya que os recomiendo  no os perdáis, también os digo que uno no se puede ir sin antes visitar la cafetería; normalmente las cafeterías de los museos dejan bastante que desear, pero había oído hablar del “Café del jardín” y es de aquellos sitios que hay que conocer, es uno de esos rincones con encanto que  Madrid donde se respira tranquilidad,   desconectando completamente del bullicio de la calle.

Ellos, en su pagina Web se describen como “un remanso de paz en el centro de Madrid” y es cierto, es un  pequeño salón de té decorado con exquisito estilo Frances, con sus mesas y manteles blancos, paredes con espejos y una barra llena de deliciosas tartas para acompañar a un magnifico café.

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Cualquier momento es ideal para visitarlo, además su entrada es gratis, no necesitas pagar la entrada del museo para entrar, por nuestra experiencia, el mejor momento es el desayuno, para nosotros ya era un poco tarde, pasadas las 12.00,pero en mi lista de tareas pendientes tengo apuntado ir con mi maridito un domingo de primavera por la mañana para disfrutar de un romántico desayuno en este jardín de cuento.

Espero que os guste y que vayáis…

Por cierto! este museo depende del Ministerio de Cultura, todos sabemos como anda lo de la Economía  ultimamente, pero de vez en cuando, hacen talleres para familias.

http://museoromanticismo.mcu.es/

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