Hace unos meses descubrimos uno de los grandes y desconocidos tesoros con los que contamos en Madrid, un sitio ideal para perderse una tarde (solo o acompañado) y desconectar del bullicio de la ciudad.
A escasos kilómetros del centro, en plena zona residencial de La alameda de Osuna y muy cerquita del Parque Juan Carlos I, se esconden 14 hectáreas de un bosque lleno de pequeñas sorpresas y cuya originalidad y detalle lo han convertido en uno de los más bellos parques de la Comunidad, “El jardín del Capricho”.

Antes de nada tengo que avisar a navegantes que este jardín y no parque, no es lo que conocemos como un parque al uso…. no hay columpios, no se puede entrar con pelotas, comida o bicis, (si los llevas los vigilantes te harán dejarlo en la entrada y recogerlo a la salida); tiene un aforo limitado, (1000 personas) y tiene un horario de apertura determinado. Pero gracias a todas estas medidas el entorno se mantiene en perfecto estado y te permite descubrir este parque donde la arquitectura, la vegetación y el agua son los protagonistas. Un jardín lleno de curiosidades, algún misterio que otro , muchos olores, mil colores y sobre todo tranquilidad….
Un poco de historia……
Buceando por internet (ya sabéis que soy muy curiosa 😉 ) he descubierto que su origen se remonta a 1783 cuando los Duques de Osuna que buscaban alejarse del ajetreo de la corte, compraron unos terrenos cerca de la capital para su recreo y descanso. (Algo parecido a lo que tenían los reyes en Aranjuez o el Pardo).
Tanto Lucia (digna hija de su madre 😉 ) como yo no nos quisimos quedarnos en este conocimiento tan básico y tras bucear un poco más para conocer a esta familia de nobles de la época podemos decir que como casi siempre detrás de una gran idea siempre está una mujer y que la verdadera impulsora de esta maravilla madrileña radica en Doña Josefa Pimentel, una mujer muy adelantada para su tiempo y que junto a su marido fueron mecenas de muchos artistas, escritores y científicos de la época, como Francisco de Goya que incluso les hizo algunos retratos tan maravillosos como este.

La historia del “jardín del Capricho” bien ha podido ser argumento de una película histórica porque ha pasado por mil y una calamidades antes de llegar a ser lo que actualmente es. La duquesa contrató a los mejores jardineros, paisajistas y arquitectos para construir “su capricho”, pero hacia 1810, cuando el proyecto estaba a punto de completarse se tuvo que paralizar por la invasión francesa y quedó a manos de Jose I que confiscó la propiedad y se la cedió a uno de sus generales.
Con la llegada de Fernando VII, la duquesa (ya viuda) regresó de su exilio y consiguió recuper todas sus posesiones, pero lejos de poder disfrutarlas tuvo que comenzar de nuevo “su capricho” ya que las encontró totalmente devastadas tras la guerra.
Desgraciadamente Doña Josefa de Pimentel no pudo ver acabada su obra, falleció 5 años antes y la propiedad pasó a su nieto Pedro de Alcántara, que al no tener descendencia se lo legó a su hermano, ultimo duque de Osuna y gran derrochador. Al final de su vida tantas eran sus deudas que tuvo que subastar todas sus propiedades (entre ellas el jardín del Capricho) para poder saldarlas.

Durante la Guerra civil española este jardín fue escenario de sangrientas batallas y fue base del ejercito republicano, incluso se llegaron a construir varios bunkers antiaéreos subterráneos que cruzaban el jardín. Y aunque es verdad que en 1934 La república lo nombra “jardín histórico”, éste sufrió una época de de olvido y ostracismo hasta que en 1974 lo compra el ayuntamiento de Madrid, en 1980 se convierte en lugar de interés cultural y en 1981 se reforma completamente, llegando a ser lo que es hoy, el “parque del romanticismo”.
Inciso 1 de mamá: Cuando leí esto de la Guerra me quedé más tranquila, ya que aunque podía entender que la señora duquesa fuera muy adelantada para su época, no lo podía ser tanto como para construir un bunker en casa en el siglo XVIII… ¿no os parece? Jajaja.
Y ahora que ya sabemos donde estamos…..
El parque está distribuido en tres tipos de paisajes diferentes. (Esta duquesa no descuidó ningún detalle ehhhhh 😉 ), la parte francesa o versallesca lleno de laureles, la parte italiana con sus grandes árboles y la inglesa, una zona más asilvestrada y salvaje.
Inciso 2 de mamá. A día de hoy el parque sigue en reconstrucción por lo que hay ciertas zonas que aun no se pueden visitar (el gran laberinto de laurel) y habrá que esperar aun un poco para poderlo ver en todo su esplendor, pero esto no desmerece la visita en absoluto y aunque no sea in situ se puede ver en la distancia.
Entramos por la antigua plaza de toros, si señores, los duques de Osuna tenían hasta una plaza de toros…. Pero solo queda la forma ya que es uno de los cambios que ha sufrido el parque con la reforma. Sabemos que estamos en la plaza de toros por que nos lo dicen….

Nada más pasar la puerta, a la derecha, vemos la Casa antigua o como la llama Lucia, la casa de Rapunzel, es igual que una casa sacada de un cuento de Disney, ¿no creéis?. Una casa completa, con su huerta y todo…
Curiosidad que ha descubierto mamá: Tengo que decir los Duques de Osuna eran bastante excéntricos e idearon cosas tan dispares como construir un “abejero” de la que disfrutaban mientras tomaban un chocolate con churros en una mesa que colocaron en esa estancia para oír el zumbido que les relajaba.
Otra de sus excentricidades fue que incluso llegaron a contratar a una pareja de autómatas que simularan que eran labradores para explotar la tierra y así, cuando los duques paseaban por esa zona vieran actividad. (Alucinante……. )

Os diré que a día de hoy el huerto sigue plantándose y siempre con productos de temporada.
Nos adentramos en la parte francesa del jardín caminando por el carril central del parque.


Un camino de tierra bordeado por arbustos, columnas y bustos de mármol clásicos que nos llevó a la plaza de los emperadores, donde nos encontramos un pequeño templete y que gracias a una estatua de bronce que mandó poner su nieto conocimos la cara de la famosa duquesa.
Es curiosa la inscripción que aparece debajo del busto… “A Maria Josefa Pimentel, madre del conde duque de Osuna y Benavente, muy celebrada por la agudeza de su ingenio, por su elevado animo, por su piedad, por su benevolencia hacia los suyos y para los demás, por su afabilidad, por su cualidades admirables, fundadora de esta hermosa casa de campo…..” . Con una descripción así hasta a mi me hubiera gustado conocerla.

Dando saltos como una de las componentes de la familia Trap de la película “sonrisas y lagrimas” y dejando a la derecha el invernadero y el laberinto de laureles, nos topamos con la casa de los duques, un precioso palacete de estilo neoclásico, con su plaza, con su fuente…. Un entorno tan perfectamente diseñado que a cualquiera le permite ponerse en situación e imaginarse la llegada de decenas de carruajes para algún baile de temporada… (No se a quien le gustó más, si a lucia o a mi… 🙂 )


Curiosidad que ha descubierto mamá: Fijaos si el entorno es tan ideal que hasta grandes directores de cine se han fijado en él y se ha usado como escenario de películas tan importantes como “Doctor Zivago”.

Ehhh ¡se me olvidaba! ¿Sabíais que el laberinto de laureles sobrevivió a la caída de un avión? En 1948 un avión de Iberia que acababa de despegar sufrió un accidente, acabando encima de todo el Jardín del Capricho y aunque todo el mundo salió ileso, creo que los arbustos no pudieron decir lo mismo. 😦

Hasta aquí los chicos tampoco habían puesto demasiada atención, “buah esto es cosa de chicas” decía Jorge, pero cuando llegamos al bunker la cosa cambió… Tengo que decir que no se puede entrar, pero entre la explicación “bélica” del padre que le ayudo a entender para que sirvieran esas cosas y el agujerito en la puerta que te permite intentar averiguar que hay al final del túnel…. la visión de la visita cambio de rumbo radicalmente. 😉

Tras esta parada (romántica para unas 🙂 y bélica para otros 😉 ) nos adentramos a la parte italiana del parque…. el templete romano dedicado a Baco, el pequeño estanque, las ruinas de una iglesia románica, la casa del labrador o incluso un fortín que se ideó para que los niños jugaran a las guerras y al que no le falta detalle (tiene hasta foso de agua para que los enemigos no pudieran entrar) son las señas de identidad de esta zona tan romántica.



Después de jugar un poco al escondite y ver un rodaje improvisado de algún cineasta amateur, pasamos a la parte inglesa del jardín, donde nos sorprendió muchísimo el gran árbol negro del amor, que está justo antes de llegar al gran estanque, a la casa de cañas de bambú y al puente de hierro.


Curiosidad que ha descubierto mamá: Con el puente de hierro de la parte inglesa es donde se ve más claramente la visión adelantada que tenia la Duquesa. A poca gente se le hubiera ocurrido hacer algo con este material en 1830, mucho antes de que se hubiera comenzado a usar este material para construir.
Nos encantó la casa de bambú, perfectamente decorada y que se usaba como embarcadero de las chalupas que paseaban por el gran estanque cuando los nobles invitados de los duques decidían tomar un té en el pabellón de descanso.

Caminando bajo los árboles de la parte inglesa y siguiendo el cauce de un riachuelo artificial, nos encontramos con el pabellón de Baile y casino.

Eso sí, sin pasar desapercibida otra de las curiosidades del parque, una enorme estatua de jabalí que indica el final del camino y que si tengo que seros sincera no encontré demasiada lógica en su ubicación.

Según me explicó Lucia, a la duquesa le gustaba mucho invitar a sus amigos a bailar y a jugar a cosas raras que ella no conocía… lo que no supo contarme (ya que no venía en el cuadro explicativo del jardín) si iban al casino andando o en la chalupa que tenían en el estanque jajaja… )

Casi sin darnos cuenta volvimos al punto de partida, a la plaza de toros que ya no es. Los niños se lo pasaron bomba correteando e inventando historias sobre cada cosa que iban descubriendo en el camino…..

Lucia nos contó que seguro que la duquesa hizo un baile de mascaras donde dos jóvenes se enamoraron y se casaron poco después, mientras Jorge nos contó como el Luke Skywalker tuvo una de sus batallas en estos jardines y se escondió de su padre en el bunker que él había descubierto.
Y poco más me queda por decir salvo que “el Jardín del capricho” es uno más de los tesoros que tenemos en Madrid y que no mucha gente conoce, además de un bonito y original paseo por la historia de nuestra ciudad, ideal para estos días de primavera. ¿No os parece?

Bs
Parque del capricho.
Paseo de la Alameda de Osuna s/n
28042 Madrid