(By Marta)
Ya sabéis que soy una mamá inquieta, de esas que me obsesiona hacer ver a mis peques que las cosas no salen por arte de magia y entre mis planes de mamá “hiperactiva” siempre hay alguno que además de divertirnos aprendemos… Alguno ya os lo he contado, (como el que la leche sale de las vacas y no de un tetrabrik o como se hacen los sobaos); otros los tengo pendientes en mi lista (como de dónde sale el chocolate) y luego está el que os voy a contar hoy, un plan perfecto porque es divertido, se puede hacer en familia o con amigos, pero sobre todo…. es un plan en el que todos podemos aprender. 🙂
Septiembre y octubre son los meses de la vendimia, unos días, que como dicen los entendidos, que el hombre continúa en la bodega el trabajo que ha ido haciendo la naturaleza durante el año.
Antes de nada tengo que reconocer que yo no soy una experta en vinos, más bien soy una inculta en la materia, me salvo con saber el tema de las diferentes “Denominaciones de origen” y los tipos de vino que hay pero nada más, el tinto no me hace demasiada gracia y si tomo algo es Albariño. Pero esto no quita que siempre haya tenido curiosidad de como se lleva a cabo esta tradición tan antigua y tan nuestra, de cómo un racimo de uvas pasa a ser mosto y éste a vino.
Con esta idea en la cabeza me puse a buscar en internet opciones de “enoturismo” y la verdad es que me quedé sorprendida de la cantidad de oferta que hay sobre este tema, hay mil opciones de catas con visitas a bodegas, paseos entre viñedos y hasta packs de fin de semana con sesión de spa incluido. Planes perfectos para ir en pareja o con amigos (de hecho y a raíz de esto, ya estamos organizando un fin de semana de amigas con maridos…. solo hay que cuadrar nuestras agendas que son peores que las de los dirigentes de la ONU jajaja), pero yo quería algo que hacer con los enanos y la verdad es que no los veía divirtiéndose demasiado sentados en una banqueta mientras sus padres se ponían “moraditos” a vinos. Jajajaja
De repente, aparecieron sobre mi cabeza esas luces de neón que salen de vez en cuando en los dibujos animados, una enorme flecha indicándome eso de “pincha aquí” y como no soy curiosa ni nada pinché y… Zas! “JORNADAS DE VENDIMIA FAMILIARES”. 🙂 🙂 🙂
¡Lo encontré! Que mejor manera de acercar este arte a los más peques (y no tan peques 😉 ), pasando una día entero en una de las muchas bodegas que tenemos en España, con la gente que trabaja en ella y poder aprender de primera mano y al aire libre de donde viene la uva, como se cuida y como se transforma en ese liquido rojo que los mayores bebemos.
Comentario de mamá curiosa y orgullosa: Creo que he descubierto que el enoturimso no es solo para los mayores, el mundo del vino también es para niños, bueno, salvo la parte de la cata, que no es necesario iniciarlos tan pronto jajajaja.
Sobra decir que España es un gran productor de vino y que somos conocidos en el mundo entero por nuestros caldos, pero nuestras bodegas siguen con los pies en la tierra y tenemos la gran suerte que muchas dedican alguno de sus días de vendimia a los más pequeños, así pueden conocer paso a paso un día su trabajo y mantener de alguna manera una tradición ancestral nuestro país. He estado investigando un poco y aunque son muchas las opciones os quiero enumerar tres que me han parecido divertidas y que sus actividades familiares duran hasta Octubre.
En La Rioja y durante los meses de Septiembre y Octubre, La Bodega de David Moreno invita a los más peques a pasar un día entre viñedos, donde disfrutarán pisando la uva de la manera tradicional y en el típico tonel de madera. (los horarios son a las 10 de la mañana o las 17 de la tarde incluyendo en el precio la comida y la cena)
En la zona del Penedés. Desde Septiembre y hasta el 13 de Octubre, Cava Guilera ofrece cata con paseo de bicicleta o burricleta por los viñedos y los caminos que rodean a la finca, ideal para hacer en familia y conocer la elaboración del cava de la zona.
En Navarra La bodega Pagos de Araiz ofrece hasta finales de Octubre divertidas actividades participando en la recogida de la cosecha. Y la pequeña bodega de vinos ecologicos en Lagar, además de la vendimia en familia, los peques subirán en carro de caballos hasta los viñedos.
Nosotros decidimos ir a conocer una del corazón de Castilla y León, Condado de Haza, bodega del grupo pesquera y calificada como el “Chateau” de su creador Alejandro Fernandez, que para quien no lo conozca es uno de los bodegueros mas valorados a nivel internacional y uno de los embajadores de los vinos de la Denominacion de origen Rivera del Duero.
Aclaración de mamá para los desconocedores como ella 🙂 . La palabra “Chateau” es un término francés que se suele aplicar en este mundillo a aquel viñedo propio que está rodeado por todas las instalaciones necesarias para producir su caldo, el de Condado de Haza, además, cuenta con la casa del propio bodeguero que tengo que decir es una maravilla y enoooorme.
El grupo pesquera está dirigido por su creador, Alejandro Fernandez. Un personaje del que quise conocer un poco sobre su vida antes de llegar a sus “dominios”, ya que he leído en varios sitios que es un bodeguero de los de verdad, un bodeguero en mayúsculas que se ha hecho así mismo en este mundo tan duro.
Alejandro Fernandez desde niño supo que quería dedicar su vida al vino. Aprendió el oficio de manos de su padre, todos los años le ayudaba a elaborar el vino de su pequeño viñedo. Pero la vida no le fue fácil y tuvo que trabajar en varios oficios hasta que en 1972 pudo tener su propia bodega.
Con el tiempo se ha ido haciendo un hueco en el mundo del vino, dándose a conocer como un hombre de carácter revolucionario e innovador. Nunca se ha acomodado ni conformado con lo conseguido y no cesa de participar activamente, revisando hasta el último detalle de todo lo que sucede en sus bodegas. Todo esto ha hecho que sus vinos se encuentren entre las mejores cartas de todo el mundo.
Ya tenía hechos los deberes, así que podíamos irnos a nuestro fin de semana vendimiador. 🙂
El sábado 26 de Septiembre llegó y tuvimos la suerte de que saliera un sol esplendido sin que le acompañase mucho calor. Decidimos salir con tiempo de sobra, ya que aunque la distancia entre Peñafiel, sitio donde dormimos, hasta el municipio de Roa, que es donde se encuentra la bodega es de tan solo 35 km, no descartábamos alguna pasada de salida o alguna pérdida ocasional por tema de GPS y así evitaríamos broncas y nerviosismos innecesarios 😉
El trayecto fue parecido a ese anuncio de coche de marca alemana que no quiero nombrar, donde la mano ondea junto el viento fuera de la ventana y que parece que toca los campos de colores típicos de la zona y en el que el límite de velocidad te permite ir observando con los peques cada uno de los detalles del paisaje a orillas del rio Duero.
Desde que coges el desvío de las bodegas y hasta llegar a las puertas de “Condado de Haza” no puedes cerrar la boca al comprobar la extensión de terreno tan basta con la que cuentan estos viñedos, (según nos contaron después, unas 200 hectáreas de uva tempranillo).
Mientras Manu terminaba de aparcar el coche, los niños salieron escopeteados hasta el punto de recepción, estaban impacientes por coger ese material para la actividad que nos habían comentado al reservarla , sombreros, camisetas, gafas, cestos y tijeras .¡Ya estábamos listos!
Olga, la hija de Alejandro nos dio la bienvenida y mientras nos decía que iba a ser nuestra anfitriona durante el día nos iba llevando al punto de partida de esta jornada tan especial.
Comentario de mamá: Este fue el primer detalle que nos hizo ver que a pesar del tamaño y la importancia que tiene el grupo pesquera, es una bodega familiar y todos participan de manera directa en hacer sentir a los visitantes como uno más en este pequeño universo. Algo que a día de hoy, con la tecnología y la deshumanización en el sector servicios es de agradecer.
Teniendo una guía tan especial no podíamos desaprovechar la oportunidad de aprender y descubrir alguno de sus secretos, así que durante el camino nos contaron cosas como…….
* Que Condado de Haza Comenzó su actividad en 1987, pero que no fue hasta 1993 cuando fue una finca completa. Durante este tiempo se tuvo que negociar con muchos vecinos propietarios de pequeñas partes de tierra y fue un trabajo costoso y largo.
Curiosidad de mamá: los que trabajan en estos viñedos conocen las diferentes zonas por los nombres de los antiguos propietarios. Hay una zona que se llama “Paca la calva” y que cada uno elucubre porque se llama así. 😉
* Que esta finca estaba en “Plena milla de oro” de la Ribera del Duero y que la plantación se dividía en dos grandes zonas. La zona de la ladera que tiene más sol y la zona de la llanura donde las uvas maduran más despacio. Esta disposición la aprovechan para tener una recolección manual y en su momento más óptimo por más controlada y escalonada su maduración.
* Que los vinos de esta bodega son de uva tempranilo y que desde su primera añada conquistó premios y reconocimientos internacionales.
Casi sin darnos cuenta llegamos a la cima de la ladera, donde nos estaba esperando un delicioso aperitivo a base de embutido de la tierra y vinos del grupo pesquera.
“No se puede empezar un largo día de vendimia sin llenar el estomago antes (dijo nuestra anfitriona), y no creáis que lo hemos hecho para alagaros, esto se hace un día normal de vendimia en esta bodega. De hecho, el día de hoy va a ser exactamente igual que un día nuestro”
Inciso de mamá: A toro pasado tengo que decir que tenía toda la razón, porque a media mañana todo estomago agradece una ágape tan sabroso pero si llego a saber lo que íbamos a trabajar en la siguiente hora y media, me todo dos raciones de chorizo yo solita jajaja.
“Lucia, ¿tú crees que podremos sacar la uvas de todos estos arbolitos?” preguntaba Jorge. 🙂
Pues llegó el momento de descubrirlo… Una vez acabamos el aperitivo, (más o menos sobre las 12.15) ya estábamos delante de nuestra línea, con la lección aprendida de cómo cortar el racimo aprendida.
Explicación de mamá, después de escuchar a Olga: Con una mano se sujeta el racimo por debajo y con la otra se corta el tallo.
La hora y cuarto que duro la recolecta se pasó rapidísimo, los cuatro estuvimos súper entrenados, examinando uno a uno cada racimos con el que nos topábamos, cortándolos y poniéndolos en la cesta que rápidamente se llenaba y teníamos que vaciar en el camión, mientras que alguna de las “bolitas moradas” (como las llamaba Jorge) acababan por arte de magia en nuestra boca.
Inciso de mamá justificativa: Nos tomamos al pie de la letra el aviso que nos doy Olga antes de empezar. “Podéis comer las uvas sin problemas, probadlas, veréis lo ricas que está, además no están tratadas con productos químicos así que no necesitáis lavarlas”.
Casi sin darnos cuenta el camión estaba lleno, las cepas casi vacías y los enanos muertos de hambre.
Un poco más cansados y sucios volvimos a bajar los 800 metros de ladera para pesar la mercancía, conseguimos entre todos unas 1700 kilos, no creo que sea demasiado en estos temas pero a mí me pareció una barbaridad!
Mientras el responsable de la Denominación de origen venia a dar fe de lo recolectado, (Sí esto de la Denominación tiene su “intríngulis” y no basta con recolectar, pesar y ponerse a hacer el mosto, hay que esperar a que desde el organismo pertinente venga a confirmar que lo recolectado es de la cosecha dentro de esa denominación) algo que lleva su tiempo, Olga aprovecho a enseñarnos el resto de la bodega.
La zona de fermentación, donde apenas pudimos estar unos minutos con medido en mano por el tema de la emisión de gases nocivos para la salud.
Inciso de mamá miedica: No me acuerdo del nombre pero si de que se nos dijo que el problema era que cuando se llegaba a un nivel de emisión, te dormías sin previo aviso, L no me quedó demasiado claro si podías volverte a despertar, pero me dio que no, así que podéis imaginar que el tiempo de nuestra estancia en esta gran habitación fue corto.
Aquí es donde comienza el proceso por el cual el mosto dulce se va transformando en vino a través de las levaduras de la uva.
La zona de la crianza, donde vimos como “duermen” alrededor de 3000 barricas nuevas de roble americano y como nos contó Olga están aquí durante 24 meses convirtiéndolo en un vino sabroso y con gran equilibrio.
Mientras Manu escuchaba atentamente las explicaciones de los expertos Lucia, Jorge y yo no dedicamos a buscar las barricas que tuvieran el número del mes y del año en que ellos habían nacido. Entre 3000 barricas fue difícil, pero no imposible. 🙂
El botellero. Un túnel de 200 metros excavado a 30 metros de profundidad bajo el viñedo y donde descansa con las condiciones de temperatura y humedad optimas el vino una vez embotellado hasta que se distribuya.
Aunque le costó, el responsable que tenía que dar fe de nuestra cosecha llegó y nos dio el visto bueno para comenzar a hacer vino. Este momento fue casi el preferido de Jorge…. nos pusimos alrededor de un gran agujero con una espiral gigante en la parte más baja, a mi me recordó a esas películas de héroes y villanos que al bueno le secuestran y le ponen al borde de precipicio con enormes cuchillas esperándoles a no ser que llegue su héroe a tiempo.
La maquinaria comenzó a funcionar con un sonido ensordecedor, esperando a que el camión descargase todas las uvas para separarlas de las ramas y prensarlas.
Con la emoción del momento no nos dimos cuenta que a los pocos minutos nos estaban esperando en la zona de la terraza del restaurante, cinco camareros con nuestro mosto listo para la cata.
Corrección de mamá: He dicho que este momento fue el preferido de Jorge, pero creo que no es del todo cierto, lo fue hasta que descubrió la “despalilladora” un aparato que estaba a un par de metros y que disparaba con una fuerza brutal los retos de ramillas y de piel de las uvas al campo.
“¡Mamá, el suelo esta morado!”
Mis tripas (supongo que las del resto también) comenzaban a rugir, pero dio la casualidad coincidió ese momento con la llamada para comer. Entramos en el restaurante de la bodega y nos fuimos colocando en las mesas que nos habían asignado (una mesa por familia). Tuvimos suerte, porque la nuestra daba al gran ventanal cara a la parte principal de la finca.
Todas las mesas estaban ocupadas menos una, que para nuestra sorpresa era para la familia Fernandez, Alejandro, su mujer, alguno de sus hijos y nietos tenían una mesa preparada para comer con nosotros.
Si la vendimia fue divertidísima, la comida fue espectacular… con productos típicos de la zona, unos garbanzos que incluso yo que no soy de comerlos fuera de casa me puse morada y como no, el lechal…. Mmm, impresionante, casi tan rico como el de mi madre 🙂 . Todo esto bañado con los vinos del Grupo Pesquera. Aquí fue cuando Alejandro tomó el relevo de su hija y nos fue explicando cada uno de sus vinos a medida que los íbamos catando. ¿Qué más se puede pedir?
Salimos tan contentos del día tanto Lucia como Jorge quisieron firmar en el libro de visitas.
Podéis imaginar cual fue el resumen del día, no nos dieron un diploma pero no lo necesitamos. Señores, la familia Naya- Rubio ya es una familia de viticultores jajajaja. Eso sí, después de una jornada así, se necesitan muchas horas de descanso, creo que aun arrastro ese cansancio, aunque no dudamos en visitar otras bodegas y Peñafiel con su castillo u y muse del vino 😉
EL enoturismo no es un turismo solo para parejas, es una excelente opción para que los niños aprendan a valorar el entorno natural, a respetar el medio ambiente, además de aprender a trabajar en equipo divirtiéndose. ¿No os parece?
Nosotros el año que viene volvemos.
Bs
Reblogueó esto en mamás peques y súper planesy comentado:
¡Venga! que estamos en plena época de vendimia. Os dejamos aquí nuestra experiencia del año pasado por si no tenéis plan familiar para estos días. ¡Nosotros repetimos este año!