Dentro de mi lista de cualidades no está la de ser una “cocinillas”. No me cuesta reconocer que hasta que fui madre, mis incursiones en la cocina no eran muy abundantes. Aún me cuesta hacer un huevo frito rompiendo la cascara directamente encima de la sartén y me lancé a hacer mi primera tortilla de patata como hace tres o cuatro años.
Inciso de mamá: Eso sí, al Cesar lo que es del Cesar y tengo que decir que desde que hice mi primera tortilla ya no me dejan dejar de hacerla. 😉
Pero desde que fui madre y sobre todo, desde que mis peques han empezado a tener una edad con la que pueden hacer “cosas de mayores”, me he aficionado a esa sala de la casa que apenas pisaba.
Cocinar con ellos es un verdadero placer, nunca rechistan cuando les propongo cocinar algo (dulce o salado) y me encanta ver como se organizan para sacar, uno a uno, los ingredientes que vamos a necesitar. Les divierte y encima aprenden sobre los alimentos y cómo hay que comer, algo primordial en esta sociedad que cada vez hay más obesidad infantil.
Sé que puedo pecar un poco de mamá histérica pero me da la impresión que el mundo está perdiendo muchos de los valores con los todos hemos crecido y que a veces delegamos en el colegio la responsabilidad de enseñar a nuestros pequeños monstruos cosas que fácilmente podemos hacer en casa. Una de éstas es el aprender a comer bien, a valorar la comida y a no desperdiciarla, algo que simplemente con el día a día en casa y dejándoles participar activamente en la cocina sería más que suficiente.
No os descubro nada si os digo que los peques aprenden mucho más cuando se divierten. Muchas veces hablo con gente que me afirma que con las edades que he hecho ciertas cosas con los peques, voy a tener que repetirlas cuando sean un poco más mayores ya que no se acordarán. Y yo siempre respondo con el pecho hinchado como un pavo (de lo orgullosa que estoy jajaja) que puede que tenga que repetir alguna de nuestras aventuras, pero no porque no se acuerden, si no por qué les apetezca hacerla.
Mil veces me he sorprendido cuando en una situación cotidiana los peques me dicen… “mamá, mira este cuadro es como el de Sorolla que vimos “, “mamá, mira ese pastorcillo del belén está arando la tierra como en las fotos del bisabuelo”. Tambien me ha pasado que algún adulto se sorprenda de los comentarios o conocimientos que tienen los niños, preguntándoles a ellos como saben esas cosas si no han vivido en esa época. Pues muchas de esas cosas señores, mis peques lo han aprendido divirtiéndose.
Pues con la cocina pasa lo mismo. Seguro que no os habéis parado a pensarlo, pero cocinando los niños aprenden cosas tan importantes como….
A desarrollar cada uno de sus sentidos. El olor de una pizza recién horneada, a manipular la masa de las galletas, a probar si el punto de sal esta ok, o a mirar si el bizcocho esta hecho o le falta un poquito.
A trabajar en equipo. Mamá corta, Lucia lo echa y Jorge lo mezcla.
A aumentar su autoestima. Que orgullosos están cuando el pastel sale rico y la vecina les pide la receta.
A organizarse. No se puede meter la masa en el horno sin haberlo precalentado antes. No saldría bien.
A desarrollar la motricidad fina. Algo que oímos decir mucho a los profesores en su etapa infantil, que por lo menos a mi me sonaba a chino y que al final descubrí que a grandes rasgos no es otra cosa que la destreza manual. En la cocina, también la usan.
A tener más conocimientos de matemáticas. Hay que saber pesar bien los gramos de harina que necesitamos para el bizcocho y contar el número de huevos que vamos a necesitar para una tortilla de ocho personas.
Vamos, que en una tarde de cocinillas con mamá ¡aprendemos un montón de cosas!
Aunque nos gusta cocinar recetas de todo tipo (dulces o saladas) hoy vamos a enseñaros una, que es la especialidad de la casa. Una receta que el papá de las criaturas llevaba tiempo pidiéndonos y, que como pasaba con el tatín de manzana, no nos atrevíamos a hacer porque nos parecía súper complicada, pero que después de hacerla, recibir críticas tan maravillosas y que incluso algún vecino nos ha dicho que es clavadita a la de su madre… no podíamos dejar de compartirla con vosotros, ¿no os parece?
Pues allá vamos…. A hacer una maravillosa tarta de queso estilo New york.
Ingredientes que vamos a necesitar para 6 personas.
Para la base de la tarta…
*Medio paquete de galletas Marbú dorada.
Comentario de mamá: El tipo de galleta depende sobre todo de las que más os gusten a vosotros, puede ser también galletas digestive o Maria. Nosotros hemos probado con Digestive y Marbú y por unanimidad preferimos las segundas, que no matan el sabor de la tarta. Sobre la cantidad a utilizar también depende si os gusta que la base sea gordita o finita… con medio paquete queda en un término medio. 😉
*50 gramos de mantequilla de repostería o margarina.
Para el relleno de la tarta…
*450 gramos de queso filadelfia.
Consejo (1) de mamá sobre el queso: las tarrinas suelen ser de 200 gramos y necesitareis tres, pero si encontráis los famosos pack ahorro de los supermercados, estos, vienen en formato de 250, así que con un normal y otro del pack ahorro os librareis de tener que pesarlo.
Consejo (2) de mamá sobre el queso: si os gusta mucho el queso… podéis echarle hasta los 500 gramos y así el sabor será un poco más intenso.
*100 gramos de crema fresca.
Comentario de mamá (1) sobre crema fresca: También se puede usar yogurt griego en la misma cantidad pero no sale igual de cremoso. 🙂
Comentario de mama (2) Sobre crema fresca: Os vais a encontrar muchas opciones de crema fresca, pero quiero recomendaros la de “Pastoret”. Espectacular……
*125 gramos de azúcar.
*1 huevo y medio.
Aclaración de mamá: Lo sé, es un poco complicado, pero con dos queda un poco más liquido. Lo que yo hago es abrirlo sobre un plato y con una cuchara sopera parto la yema y la termino de colmarla con la clara. jajajaja
*Zumo de ¼ de limón.
*1 cucharada y media sopera de harina de repostería.
*1 chorrito de vainilla. (Como tres cuartos de una cucharita de café)
Utensilios que vamos a usar.
*Bol grande.
*Bol mediano.
*Espátula.
*Batidora con varillas.
*Papel de hornear.
*Molde desmontable de 18 a 22 cm.
Y con todo esto…. Nos ponemos manos a la masa.
¡OJO! Antes de nada precalentamos el horno a 200 grados, con la opción de arriba-abajo y nos ponemos con la base de la tarta.
PASO 1: Trituramos las galletas hasta dejarlas en polvo fino.
Comentario de mamá: Como nos van a ayudar los peques podemos hacerlo, o bien con un robot de cocina, o bien metiéndolas en una bolsa para que las golpeen con un rodillo. Lo del robot les va a gustar, pero machacarlas con un rodillo… les va a encantar 🙂
PASO 2: Derretimos la mantequilla en el microondas.
PASO 3: Mezclamos la mantequilla con el polvo de galleta hasta dejar una masa parecida a como es la arena mojada del mar.
PASO 4: Desmontamos el molde, ponemos un trozo de papel de hornear encima de la base y lo volvemos a montar.
PASO 5: Cubrimos la base del molde con la mezcla de galletas y mantequilla, la esparcimos bien con una cuchara o con las manos (esta opción es la favorita de los peques) hasta que quede una base homogénea.
PASO 6: Metemos el molde en el congelador.
PASO 7: Ponemos el queso fresco dentro del bol y lo batimos con la batidora de varilla para deshacerlo un poco.
PASO 8: Añadimos la crema fresca (créme fraiche, como dirían los expertos cocineros jejeje), el azúcar, el zumo de limón, la harina y volvemos a batir.
PASO 9: Echamos la vainilla y volvemos a batir.
PASO 10: Echamos los huevos y batimos un poquito más, no muy fuerte y lo justo hasta ver que la masa se vuelve un poquito amarillenta.
Consejo de mamá: No debemos de batir demasiado fuerte ni durante mucho tiempo, por qué así entra mucho aire a la masa y durante el horneado se hinchará y quebrará.
PASO 11: Sacamos el molde del congelador y lo rellenamos de la mezcla que acabamos de hacer.
Mientras intentamos evitar que los peques no se la coman por el camino. 🙂
¡OJO! que aquí viene el punto lás importante para que la receta nos quede exquisita… ñam, ñam….
PASO 12: Metemos el molde en el horno y durante los primeros 10-13 minutos lo hacemos a una temperatura de 200 grados.
PASO 13: Sin abrir el horno bajamos la temperatura a 90 grados y lo dejamos durante otros 35- 38 minutos.
Consejo de mamá: ¡No abráis el horno hasta que ya esté la tarta totalmente hecha, si no, el centro se hundirá!
Lo sé, igual que yo en mis primeras veces os estaréis preguntando cómo se puede saber si está hecha o no…. Yo hasta que le pillé el truco me agobiaba un poco que se pasase, pero he descubierto que el punto está cuando veo los lados de la tarta un pelín separados del molde y sobre todo , estará lista cuando movéis el molde y la masa se parece a la de un flan.
PASO 14: Cuando pase ese tiempo, no sacamos la tarta, la dejamos dentro del horno apagado durante algunas horas, hasta que el horno y la tarta lleguen a la temperatura ambiente.
PASO 15: después, Metemos la tarta en la nevera hasta que esté totalmente fría, incluso y mucho mejor si la dejamos hasta el día siguiente.
Et voila…. Nuestra tarta de queso estilo New york ya está lista
Ahora, para rematar la faena y solo dependiendo del gusto del consumidor, podemos aderezarla con mermelada de frambuesa por encima. Aunque tengo que decir que nosotros en casa la comemos sola y está de muerte….. 🙂
Por favor, intentad hacerla vosotros en casa, sabéis que yo no soy nada cocinillas y ha sido un éxito total desde el principio. Solo deciros que de las cuatro veces que la hemos hecho en casa (desde el descubrimiento de la receta), no he conseguido hacer una foto con ella entera casi nunca. Jajajaja.
¿Os animáis?, ¿nos lo contáis?
Bs