Buf, llevo un montón de tiempo maquinando esta entrada y ahora que he decidido hacerla estoy un poco nerviosa escribiéndola, se que alguna personita que otra la está esperando hace una temporada y sé que son de mis críticas más exigentes 😉 (Pilar, no seas muy dura….. jajaja )

Sé que no va a ser la primera vez que lo diga, pero para los despistados o nuevos en este blog tengo que decir que para mí, Cantabria, es uno de mis sitios favoritos para hacer turismo. Tiene una situación privilegiada en nuestra geografía, con mezcla de mar y montaña que nos regala esa paleta de colores que tanto la describen… los azules de sus ríos y playas, los verdes con sus diferentes tonalidades de bosques y extensos prados, los marrones de sus montañas…. Todo esto que se encuadra en un paisaje de belleza que para mí es incluso difícil de describir con palabras.
Pero hoy no vengo a hablar de la comunidad Autónoma, si no de una villa pequeñita, que sin apenas superar los 4500 habitantes es una cita obligada en cualquier escapada por su archiconocido valor histórico- artístico. Toda ella es un monumento, declarada “Monumento Nacional» y Conjunto Histórico artístico» en 1943, incluida en la lista de los “pueblos más bonitos de España” en el 2013 y tiene tanta oferta de cultura y ocio que la convierte en un lugar perfecto para disfrutar con toda la familia.
Siempre me ha gustado como mi padre, cada verano, nos contaba cómo se conocía el destino a dónde íbamos y la verdad es que no he encontrado mejor manera de empezar este viaje que recordándolas….
“Niñas, ¿sabéis donde estamos?, estamos en un pueblo conocido por ser el más mentiroso de España. Esta villa, que no pueblo, es muy famosa en España, pero no todo el mundo conoce su gran secreto……… es la villa de las tres mentiras: No es santa, No es llana y No tiene mar”.
¿Sabéis donde estamos? En este viaje nos vamos a Santillana del Mar 🙂

Mi vida siempre ha estado ligada Santillana del Mar. Hasta que mis padres se separaron mis veranos transcurrieron aqui. Aun recuerdo esa lluvia en Agosto, las “catiuscas” y los chubasqueros, el paseo en el carro de Pedro, los bizcochos de las monjas, los cabezudos que nos perseguían con sus escobas en las fiestas de San Roque, ese vaso de leche con sobaos cerca de la colegiata, esa tarde de chocolate con churros en la Casona de los Villa……..
Curiosidad de mamá: Santillana fue nombrada Villa con la casa de los Mendoza, allá por el siglo XV. Pero……. ¿cuál es la diferencia entre villa y pueblo?. Tengo que reconocer que yo siempre me he liado un poco con estos conceptos, así que he decido recurrir al diccionario para refrescar la memoria.
Un PUEBLO es una entidad de población de menor tamaño que una ciudad y se dedica principalmente a actividades del sector primario (ganaderías, agricultura…) pero tiene jurisdicción propia.
Mientras que una VILLA es un concepto que nace en la Edad media y podríamos definirlo como un reconocimiento que se le da a núcleo de población por parte de la autoridad regente de ese momento, permitiéndoles a la celebración de fiestas, festivales o mercados.
Me niego a presentar Santillana del Mar como la localidad donde se encuentra las Cuevas de Altamira (la Capilla Sixtina del arte rupestre), esta villa es mucho más, es una encantadora población que ha podido salir de cualquier cuento de Disney con sus casas de piedra, su aire medieval y sus calles empedradas. 🙂
Ya en el siglo IX contaba con el Monasterio de Santa Juliana que años después pasaría a ser la famosa Colegiata, (el primero y más importante de los ejemplos del arte románico de Cantabria) y en torno a la que se desarrolló un núcleo de población que gozó de gran esplendor económico, que se puede adivinar por la gran cantidad de casonas y palacios que forman la villa.
De sobra sabemos que cuando uno es joven y pasa por el temido virus denominado “Edad del pavo” (o edad del pollo como lo llama mi hija), una de las “locuras” que se hace es intentar sentirse independiente, mayor, autosuficiente, moderna, rebelde, libre…. Yo no fui la excepción 😦 , tuve una época bastante tonta y en uno de los aspectos que más se me notó fue en la elección de destinos vacacionales. Olvidé por completo esas vacaciones y destinos en familia. Pero una seguía teniendo su corazoncito y siempre que hablaba con mi prima o simplemente recordaba estos veranos, se me escaba una sonrisa o sentía cierto sentimiento de nostalgia. Así que ahora, a mis 37 años y superada la enfermedad del pavo casi al 100% he querido corregir mi error y enseñar a mis peques las piedras por donde tantos veranos ha correteado su madre :).
Siempre que voy con los peques hemos ido en coche y aunque Santillana tiene una ubicación privilegiada dentro de la comunidad cántabra, (se encuentra próxima a las principales vías de comunicación) a mí siempre me gusta entrar por la misma carretera, la que me lleva a la antigua tienda de mis tías y al parking de toda la vida.
A media que nos vamos acercando a destino me empiezo a poner nerviosa, no sé, es un sentimiento raro, una mezcla de nostalgia y alegría que siempre oculto al resto indicando a los peques lo que va pasando por nuestras ventanillas del coche….el zoo de Santillana, el desvío a las famosas cuevas… “¡Mirad! La calle por la que estamos entrando al pueblo lleva el nombre de vuestro tío bisabuelo».

Inciso de mamá: Tengo que reconocer que he pasado durante años por esta calle y ha tenido que ser mi prima el año pasado quien me ha descubiero hace un par de años que se llamaba así, (para mí siempre ha sido la carretera de Santillana jajajaja). Mi tío abuelo fue alcalde de Santillana y por lo bien que lo hizo le pusieron su nombre a esta avenida.
Inciso de mamá orgullosa: No todo el mundo puede alardear de algo como esto jajajaja
Santillana al ser una villa histórica es peatonal y tiene varios parkings para dejar el coche (es alucinante pero por mucho que pasen los años el precio siempre es el mismo, 2€). Nosotros siempre aparcamos en el de toda la vida, el que está justo debajo de casa/tienda de mis tías abuelas Tere y Flori, eso sí, siempre después de pasar un pequeño apuro mientras mi prima (anfitriona en todas mis visitas cántabras) se empeña en librarnos de pagar el precio del parking por ser familiares visita.
Aclaración de mamá vergonzosa: casi nunca la dejo 🙂
Antes de nada pasamos a visitar a la familia. Disfruto viendo la cara de expectación de Lucia y Jorge cuando les cuento que en el jardín en el que están, su madre merendaba, celebraba su cumpleaños.

O jugaba con la pelota las tardes de Agosto (aunque a veces me la robaba alguna desalmada… y tenía que venir mi salvador para devolvérmela 😉 )

O que en la casa donde están merendando estaba la tienda en la que su madre pasaba las horas vendiendo o robando la sal al bacalao que tenían en la despensa jajajaja. Si, lo reconozco, era un caso.

Después de un “ratín” en familia comienzamos la aventura, llega la hora de pasear por la “villa mentirosa”….
Subimos por las estrechas aceras que llevan al casco histórico, justo después de pasar el cruce con la carretera nacional y que deja atrás el Museo Diocesano de la villa. Aquí es donde empieza el verdadero viaje por la historia, el sabor de Santillana se siente desde aquí, paseando por sus calles empedradas y llenas de tiendecitas, talleres artesanos y tomando un vaso de leche fresca, de la de verdad, con un trozo de bizcocho o sobao típicos de la zona.
Consejo de mamá: No os sorprendo si os digo que Cantabria está en el Norte y que goza de muchos días de lluvia, pero si tenéis suerte y vais por la tarde, no paséis la oportunidad de pararos a tomar una merienda en “la Casona de los Villa”, sitio de cuento que goza de una jardín espectacular, donde los niños de los conocedores del lugar juegan tranquilamente, mientras sus padres se toman un riquísimo chocolate con churros.

Paseando pos sus calles los niños no dejan de mirar a un lado y al otro, cualquier edificación que pasas tiene una pregunta, «¿de quien es mami? , ¿qué es ese escudo mami?». y es que las calles de esta villa no tienen desperdicio…


La casa de los Cossío y Quevedo, del siglo XVIII y que en la actualidad son una sola vivienda y en la que su balconada y su escudo de familia es digno de mirar con atención, el palacio de los Velarde; la torre del Merino, conocida mas popularmente como la Torrona. Una casa de estilo gótico que presenta un aspecto defensivo con sus torres almenadas y es uno de los principales símbolos de la población o la Plaza de Ramón Pelayo, donde se encuentra una casona del siglo XVIII, propiedad de la familia Barreda- Bracho y donde se alberga el Parador Gil Blas.



Consejo de mamá: Visitadlo, a los niños les encanta ver las armaduras y las espadas de los antiguos caballeros, además de tener una preciosa terraza para tener un tentempié.

No podréis evitar la foto con el bisonte, típico y conocido en la zona, gracias a las famosas “Cuevas de Altamira”.


(Tenemos unas cuantas ehhhhhh.. )
Inciso de mamá con experiencia: está prohibido subirse el bisonte. Sé que es muy apetecible para los más peques y para la foto de los papás, pero imaginaos si a lo largo de los años todos lo hubiéramos hecho, el pobre ya no estaría en pie. 😦
Para los niños más intrépidos y valientes (muy valientes) está la “casa Museo de la inquisición” donde se exponen los instrumentos de tortura que utilizaban entre los siglos XV al XIX.

Bajo mi humilde opinión os diré que la visita no es demasiado agradable y menos con niños pequeños o sensibles, pero es una manera de conocer la realidad a la que sometieron un día nuestros antepasados. Cuesta creer que hubo una época en nuestra Historia en la que todos esos instrumentos fueron utilizados sin ningún tipo de escrúpulos, pero así fue :(.
A esta altura del camino (nada llano como el nombre de la villa engaña) y antes de llegar a la Colegiata de Santa Juliana ya se tiene ganas de un tentempié, ¿verdad? Si opináis lo mismo que yo, os recomiendo hacerlo en la casona que está justo antes de llegar a la Colegiata y justo después del bebedero de los caballos….Una casa solariega con un gran portón y en cuyo portal se encuentra la Casa Quevedo. Más de uno la conoceréis pero si no, os diré que son conocidos por toda España y tan famosos que incluso han salido en programas de la tele como “un país para comérselo” (prueba de ello que en la propia puerta de la casa tienen una foto de Imanol Arias y Juan Echanove). Aquí, se encuentran unos de los mejores sobaos y quesadas de todo Cantabria que se pueden degustar junto con una gran vaso de leche fresca recién ordeñada y hervida.

Curiosidad de mamá: El origen de Casa Quevedo es muy curioso y poco conocido. Mª Luisa, su fundadora, necesitada para alimentar a su familia se inventó la historia de que quien iba a Santillana y no se bebía un vaso de leche de vaca con un bizcocho no se casaba. La leyenda arraigó con éxito y, hoy en día, a la puerta de esta casa se siguen formando colas todos los días de gente que no solo quiere casarse, sino porque han oído lo buena que es esa leche y lo ricos que están los bizcochos y las quesadas.

Después de saciar la gula, toca visitar la famosa Colegiata que cuenta la leyenda que Juliana fue una joven martirizada en Turquía durante la época de las persecuciones de Dioclecianos (allá por el siglo III) y sus restos se trajeron hasta aquí, donde se construyó una ermita para custodiarlos.

Merece la pena visitar su claustro que cuenta con una riqueza escultórica alucinante y que al ser pequeñito no cansa a los peques, siendo un agradable paseo por la historia.
Recomendación de mamá: si podéis no perdáis la oportunidad de explicar a los enanos las historias que hay contadas a través de los capiteles esculpidos, la mayoría son religiosas pero algunas tienen incluso un toque de humor. A lucia le encantó la idea de que como antes la gente no sabía leer, la Iglesia usase esta técnica para acercar la historia de la biblia con esta especie de comics.
Después de esta caminata por la historia, la vuelta al coche parece laaaarga 😦 . ¿Qué os parece un paseo a caballo o en poni? Justo al lado de la Colegiata tenemos esta opción tan divertida para los peques y tan socorrida para los mayores. (Imaginad todas esas cuestas con alguno de vuestros hijos en los hombros)
Recomendación de mamá: Antes de iros no os olvidéis de pasar por el Convento de las Clarisas a comprar uno de sus dulces o bizcochos, como dirían algunos… gloria bendita.
De pequeña mi abuela siempre nos llevaba a visitarlas, nunca conseguía entender el que alguien quisiera estar encerrada de por vida entre las pareces de un convento, pero a la vez me fascinaba su dulzura, su tranquilidad y la paz que transmitían. Podéis imaginar que a la edad a la que iba no era por eso, a mí lo que me gustaba era el torno, el ruido que hacia al girar y como desparecían o aparecían las cosas en él.
Cuando se lo he enseñado a mis peques en el último viaje he podido comprobar desde el punto de vista de un adulto la no comprensión, pero a la vez la fascinación que un niño siente frente a este tipo de vida.

Inciso de mamá: si yo mareaba el torno….. lo de Jorge y Lucia fue espectacular, casi no los llevamos puesto a casa jajajaja.
Gracias a Dios salimos sin el torno y todos sanos y salvo, incluso nos dio tiempo a comprar el rico bizcocho y a hacer un poco el ganso inmortalizando el momento casi tres décadas después jajajaja.

En resumen, que más os puedo decir…….. Santillana posee una enorme belleza, tiene mil rincones que invitan a perderse durante unas vacaciones. Quizás peca de ser demasiado turístico 😉

Pero precioso al fin y al cabo, ¿no creéis?
Bs